Durante su reinado como dictador entre los años 49 y 44 a.C., Julio César tuvo una serie de notables repercusiones en la ciudad de Roma.
Una de las crisis iniciales con las que tuvo que lidiar César fue el endeudamiento generalizado de Roma, especialmente tras el estallido de la guerra civil, cuando los prestamistas exigieron el reembolso de los préstamos y los valores inmobiliarios se desplomaron. El resultado fue una grave escasez de moneda en circulación, ya que la gente atesoraba lo que tenía. Al darse cuenta de la gravedad de la situación, César ordenó que las propiedades debían ser aceptadas para el reembolso a su valor anterior a la guerra. También restableció una ley anterior que prohibía la tenencia de más de 60.000 sestercios en efectivo por una sola persona. Más tarde, César anuló todos los pagos de intereses adeudados desde principios del año 49 a.C. y permitió a los inquilinos no pagar alquiler durante un año. Aunque estas medidas no eliminaron la deuda de Roma, la reacción creativa de César ante el problema ayudó a aliviar la deuda de un modo que satisfizo tanto a los prestamistas como a los prestatarios.
Además de la deuda, César tuvo que hacer frente al desempleo generalizado en Roma. Para reducirlo, ofreció a los pobres una nueva vida en las colonias romanas de ultramar. Los que se quedaron y dependían de un suministro mensual de grano gratuito sufrieron cuando César redujo las raciones de grano a la mitad, limitando el número de receptores a 150.000, cuando antes las recibían 320.000 personas. Sin embargo, César dispuso una mejor supervisión del suministro de grano de la ciudad, y también ayudó a mejorar el acceso al grano desde ultramar construyendo un nuevo puerto en Ostia y un nuevo canal desde Terracina.
La construcción de nuevos edificios públicos también sirvió como método para reducir el desempleo en la ciudad, pero había otra motivación para construir grandes proyectos en Roma: César quería mejorar el aspecto de la ciudad después de darse cuenta de lo poco impresionante que parecía Roma en comparación con Alejandría, considerada la ciudad más grande del Mediterráneo. Como resultado, se construyó el Forum Julium para proporcionar más espacio a los tribunales, y la Saepta Julia, situada en el Campus Martius, proporcionó un gran recinto para las votaciones. César también ordenó la construcción de una nueva casa del Senado después de que la anterior fuera utilizada como pira funeraria de Clodio en el año 52 a.C. Además, trató de desviar el río Tíber lejos de Roma para evitar inundaciones y aumentar la superficie de la ciudad. También había planeado construir un gran templo de Marte, un teatro que rivalizara con el de Pompeyo y una biblioteca que rivalizara con la de Alejandría. Sin embargo, César no llegó a completar ninguno de estos últimos proyectos, ya que fue asesinado en el año 44 a.C. antes de que ninguno de ellos estuviera terminado.
El impacto de César en la ciudad de Roma continuó incluso después de su muerte cuando, en su testamento, estipuló que su villa, los jardines que la rodeaban y su galería de arte se hicieran públicos. También distribuyó su fortuna entre los romanos, dejando 300.000 sestercios a cada ciudadano. En general, César trató de hacer de Roma un centro cultural y educativo del mundo mediterráneo atrayendo a intelectuales, médicos y abogados a la ciudad. De hecho, las acciones que llevó a cabo durante su tiempo en el poder demostraron su devoción por Roma y su deseo de traer estabilidad y prosperidad a la ciudad.